Edward Bach nació en en Mosley, Inglaterra. Y a raíz de trabajar en la fundición de su padre, por lo que decidió ahondar más en la curación de las anomalías
provocadas por el trabajo de la fundición, e involucrarse en su curación. Así fue cómo a los 20 años, ingresó en la universidad de Birmingham para cursar estudios de Medicina, consiguiendo ser
Miembro del Real Colegio de Cirujanos, Licenciado del Real Colegio de Médicos y Diplomado en Salud Pública.
A partir de 1978, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha incluido las flores de Bach en el grupo de medicinas tradicionales, recomendando su uso.
La clasificación realizada por Bach se basó en 38 flores agrupadas en 7 grupos que ayudan a tratar diferentes estados emocionales.
- Temor: heliantemo, mímulo, cerasífera, álamo temblón y castaño rojo.
- Tristeza y desinterés: clemátide, madreselva, rosa silvestre, olivo, castaño blanco, mostaza y brote de castaño.
- Incertidumbre: ceratostigma, escleranto, genciana, aulaga, hojaranzo y avena silvestre.
- Preocupación excesiva: achicoria, verbena, vid, haya y agua de roca
- Soledad: violeta de agua, impaciencia y brezo.
- Hipersensibilidad física y moral: agrimonia, centaura, nogal y acebo.
- Abatimiento y desesperanza: alerce, pino, olmo, castaño dulce, estrella de belén, sauce, roble y manzano silvestre.
En el caso de nuestros perros, la administración suele ser dos gotas de cada una de las esencias usadas, diluidas en agua mineral. Al perro se le darán cuatro gotas
cuatro veces al día, o añadir en el bebedero de 10 a 20 gotas diarias.
De todas maneras y lo realmente importante, es que en caso de necesitarlas, un terapeuta especializado sea quien indique las esencias más apropiadas para cada caso,
y obviamente, aunque las flores de Bach ayuden a mejorar el estado del perro, no curan por si solas enfermedades. Por lo que siempre, y ante cualquier indicio de enfermedad, será necesario
consultar con un veterinario.
Y no os olvideis!!....nuestro estado de ánimo es fundamental para que nuestro peludo esté también bien. Ellos reflejan nuestro nerviosismo o estrés, y quizá, no
sólo será necesario darles a ellos las flores, sino entender que quienes primero tienen que sentirse relajados y felices somos nosotros mismos. Esa es la principal clave para que nuestro amigo
sea también feliz.